Nace un nuevo mundo en donde la realidad se ha
invertido: las mascotas de los niños y niñas ahora son más grandes que sus
dueños, animales gigantes y humanos diminutos. Un mundo donde no hay adultos ni
escuela, los niños se pasan todo el día jugando con sus mascotas. Una niña anda
sobre el lomo de su gato gigante, juntos pasean por los diferentes paisajes de
ese mundo feliz, se sumergen en la Piscina Láctea, juegan en las enredaderas y
rasguñan un bosque. Todos los niños son felices con sus mascotas gatos, perros,
hámsters o serpientes. Sin embargo, la niña y su gato se encuentra con un niño,
parece más un adulto, que no se divierte ni juega, solo se queda junto a su
mascota sentado frente al río ¿Cuál era
la gracia de estar así sentado? Se preguntan la niña y su mascota cada vez
que lo ven, pero sin más vuelven a jugar. Nada pasa con aquel “niño” es un cabo
suelto que no se ata en la historia. La vida de la niña y su mascota continua,
dormir en la noche y jugar en el día, eso es todo. La historia no llega a
ninguna parte, solo a la canasta del gato donde ambos duermen. Es quizás la
intención del autor en su libro no contar una historia, sino crear un mundo
nuevo en el que las fantasías de los niños se convierten en realidad.
La sensación de ambigüedad que produce el texto está
reforzada por el estilo de la ilustración que utiliza Smith. Todas las
ilustraciones están llenas de granito, como una fotografía, pero que lejos de
representar la realidad tal cual le da vida a un nuevo mundo de imaginación. El
granito le quita definición a la imagen, la separa justamente de un registro
fiel, “ensucia” la imagen, no la deja ver claramente, la oculta. Las
ilustraciones también se caracterizan por no definir el contorno de las formas,
así, los cuerpos de los animales y los niños se funden con el paisaje que los
rodea, como si fueran uno solo sin distinción, tal parece ser que en ese mundo
todo se mezcla, se funde. En cuanto al color predomina una paleta de tonos
cálidos, mayormente el café, generando una sensación de abrigo y de confort que
atrapan al lector casi en un sueño, donde sienta la comodidad de andar sobre el
lomo de un gato, el placer de compartir ese mundo. Las imágenes abstraen el
mundo de Las grandes mascotas de la
realidad y lo sitúa sencillamente en el lugar de lo imposible, de lo mágico.
Tanto texto como imagen afirman la idea de lo no dicho,
lo no visto. La narración deja abierto su sentido y no existe verdaderamente
una historia, del otro lado las ilustraciones tienen poca definición por el
grano y las figuras no tienen contorno. Es un libro-álbum con un final abierto
para sus lectores, son ellos los que finalmente le dan el sentido con su
interpretación. El libro funciona como provocador, busca que a través de la
evocación el lector llene los “vacíos” que le presenta, es decir que se haga
activo y participe no solo recibiendo algo sino construyendo el sentido mismo
de la obra.
*Estudiante de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia en doble titulación con el programa de Cine y Televisión. Becada por la Cinemateca Distrital en la “Catedra Cinemateca Capítulo II: Éticas, estéticas y políticas del cine colombiano” y condecorada con mención de honor por su trabajo escrito “Representaciones de la mujer y su cuerpo en el cine colombiano a propósito de Dos mujeres y una vaca”.
Comentarios